A ciencia no sabemos la historia de cada cosa que tocamos. Suponemos. Miramos y sin siquiera mirar, ya pensamos. Aunque no nos den la de ganar. Pensamos y concluimos una hipótesis tal vez errada, pero ¿qué más da?
Hoy vuelvo a caer en la monotonía diaria de pensar (te) y saber que para casi todo hay solución. Menos para el olvido.
Hoy estás en un mundo dónde cada persona tiene un poco historia. Una historia que no puede dejar atrás (mucho menos por vos). Ya no tenemos 15 años, ya no estamos para muchas tonterías. En sí, a esa edad me hubiese gustado conocer el mundo de esta manera, o que todos vivamos un poco como a las 15. Pero con 18. ¿Se entiende?
Ser maduro e inteligente en nuestras acciones, pero no perder la magia de enamorarnos a primera vista. La magia de reírnos cuando nos miramos al espejo y estamos mal peinados. De abrazar en una película de terror, y que no todo comience y termine en la cama.
Porque la vida se trata de momentos, de disfrutar, de sonreír, de abrazar, de escuchar, de reír a carcajadas y de llorar a cántaros.
De mirar por la ventana cuando está lloviendo, y de sacar la cabeza por la ventanilla en la autopista.
De viajar en el bondi y escuchar tu música favorita, moviendo la cabeza de un lado a otro sin importar que el cuarentón de enfrente te esté mirando.
De soñar. De vivir la vida como si fuera tu último día.
De mirar tu serie favorita en la oscuridad de tu habitación, o con tu mejor amigo.
De caminar en la plaza con auriculares pero sin internet en tus manos.
De saltar y gritar en un recital, pensando en esa persona especial.
De ir a tu heladería preferida y comer ese gusto que más amas.
De salir del trabajo con buenas vibras, aunque te hayas bancado 8hrs a personas incoherentes.
De tomar tanto alcohol como malas decisiones, y acá me disculpo, eso no quiere decir que viva ebria. Porque todos nos equivocamos.
Y ahí está el otro punto: La vida también se trata de equivocarnos, de tomar malas decisiones y reírnos de ello. Tal vez llorar, pero sabiendo que todo sirve. Lo bueno y lo malo. Si no, no estarías leyendo esto, porque yo no lo estaría escribiendo.
De perdonar, y amar, también de eso se trata la vida.
De disfrutar y odiar. Pero más que nada, se trata de vos y de vivir.
De dar todo por ser feliz, o porque ese momento que te lleva al extremo dure un poquito más (y si no te merece, que se vaya a la puta que lo parió)
Me remonto a la vida, y recuerdo a alguien lamentada porque estaba saliendo con alguién que, al parecer, no había olvidado a su ex pareja del todo. ''¿Qué pretendes? No vas a ser la única, ni la primera ni la última.'' A veces resultamos egoístas, y ahí está el problema.
Puede remontar otra situación personal, e imaginarme lo mismo; No pretendía ser la única en su vida, pretendía que me quiera, un cuartito de lo que yo lo quería a él. Pretendía un beso sincero, y una caricia en mi mejilla por las mañanas. No pretendía verlo todos los días, pretendía su querer, sus brazos que me daban calma. Nada más.
Qué irónica es la vida, vos querés y no te quieren. Te quieren y vos seguís persiguiendo a ese que no quiere saber nada con vos. Mientras que ese que a vos te ignora, seguramente es ignorado del otro lado, por eso a veces vuelve a vos. Y así, es un ciclo de pura agonía y vida, que hay que saber llevar.
Un cantante que admiro alguna vez dijo que el amor es democracia, ¡Y cuánta razón!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Arrancacorazones.