Qué rápido pasa el tiempo, y qué poco nos queda.
Cuánto extraño ese momento en el que eramos uno y todo se volvia colores.
Confio en el destino, confio en vos y en mí (bueno, quizá no tanto en mí)
Confio en que vamos a cumplir todo eso que soñamos alguna vez de manera efímera, y confio en nuestro amor..
Ese amor que traspasó fronteras, adversidades y muchos muchos altibajos.
He releído este blog una y otra vez, quizás demasiado. Y en una suerte de epifanía, volví a darme cuenta de quién soy y por qué hoy me siento así.
Cada persona que conozco, cada decisión que tomo, cada vínculo emocional que construyo… todo parece terminar igual. Y yo termino igual.
¿Qué está pasando? ¿Es realmente culpa de los demás? ¿O es momento de hacerme cargo de los caminos que elijo?
Ni siquiera sé cómo plasmar todas estas ideas sobre mí, pero siento la necesidad de pensar más profundo. De reconocerme. De conocerme.
No lo sé.
En algunas oportunidades reflexiono sobre mi soledad y sobre cómo me lleva a abrirme tan profundamente con quienes amo.
Quizá —y lo digo con total sinceridad— el problema sea yo.
Yo y mis expectativas. Lo que espero de los demás. De esos personajes principales a los que, sin preguntarles, les asigno un papel.
Soy como un director de cine que se frustra cuando sus actores no interpretan el papel como lo imaginó. Pasé horas escribiendo un guion, imaginando cada escena, cada gesto, cada emoción. Visualicé al actor perfecto sin siquiera hacer un casting previo, creyendo que encajaría a la perfección en mi historia.
Y entonces, lo elegí. Sin preguntar, sin ensayar. Sin siquiera darle la oportunidad de ser quien realmente es.
¿Es culpa del actor no lograr interpretar el personaje como el director lo soñó?
No. Claro que no.
La responsabilidad recae en el director, en su afán de construir una historia sobre ideas que solo existían en su mente. En su incapacidad de ver a los actores tal como son, sin forzarlos a encajar en un papel que nunca pidieron interpretar.
Porque la realidad nunca será una película perfecta.
A veces nos convertimos en directores de una película que solo existe en nuestra cabeza, esperando que los demás actúen según un guion que nunca les dimos a leer. Y cuando no lo hacen, sentimos frustración, soledad o incluso decepción.
Estas planteando una problematica existencial, que algunas noches me cuesta asimilar dijeron alguna vez por ahi.
Lunes otra vez.
Día que al parecer va a ser lluvioso, y digo al parecer porque están todas las condiciones pero la lluvia no aparece. Otra vez.
8am, y descendió considerablemente la temperatura. El viento, levantón muchas hojas y papeles de la calle. Hay quienes abrieron la ventana y apagaron el aire acondicionado (qué bien, que descanse). El sol hizo las valijas y se fue, como quien necesita vacaciones al menos un día en Febrero.
Yo soy la que abro la ventana, esperando el vientito seco en la cara. Tempranito, sí. Mientras preparo un mate y pienso. Es un día gris en todo su esplendor pero lo más ansiado (y esperable), no está: la lluvia.
Y parece nunca llegar.
Es irónico, porque así es como sucede todo lo que me apena en este día (o vida)
Lo inconcluso, lo que parece que es y va a ser pero no. Eso que estoy ahi esperando pero no llega.
Más allá de mi ansiedad maldita, puedo sentir como todas las condiciones me hacen esperarlo; es inevitable no esperar lo que nos hace estar alerta. Más, porque bueno, volviendo a la analogia de la lluvia, sabemos que tenemos que tener otros factores en cuenta si pasa. Meter la ropa, guardar las piedras de los gatos, y esas cosas de adultos responsables.
Entonces, ¿tan mal está esperar lo predecible? ¿o es predecible solo en nuestra mente? ¿quizá sólo estemos reflejando nuestro propio deseo?
Muchas veces soy consciente de que el tema está en como nos posicionamos antes las situaciones que nos pasan. Eso que dicen siempre "tu actitud ante el problema/situación es lo que más importa"
En este caso sería algo asi como bueno, si me predispongo a no sentir nada, quizá no espere nada predecible. Pero si no lo hago, y si pasa lo que es predecible, ¿no sería perder?
Con perder me refiero a todo eso que nos haría bien de una forma u otra. Cerrarnos nunca es la solución; a la vez sabemos que padecer por lo que no llega, tampoco es una gran forma de vivir.
Entonces, sin dar más vueltas sobre lo mismo... ¿Qué es lo que verdaderamente importa?
En general, suelo pensar que los vinculos que importan son los que no te hacen preguntarte tantas cosas.
Esos que son y ya. Fluyen de manera positiva y proactiva en el día a día. No hay dudas, sólo afirmaciones.
Cierro esta mini catarsis con lo que me dijeron hoy: Hoy es un Lunes muy Lunes. No hay tiempo de nada más.
¿Qué estamos esperando?
