Me gusta la idea de pensar y pensarte. De tener y tenerte. Me gusta saber que en cualquier momento podrías desaparecer y no volver. Espero el impacto, ese que te trae nuevos rumbos, el que después de una tormenta te trae la calma. Las sonrisas, las caras iluminadas. Esa misma que vemos cuando pasa el temporal.
Siento vacíos adentro mío, decepciones y un poco de lo que se llama tristeza. Sin embargo, sigo adelante. Con la cabeza en el techo y tu voz en mi parlante.
Te quiero como quiero todas las cosas en mi vida, sin presiones, ni apuros ni arrepentimientos, pero con pasión y amor.
Si después de todo esto, aún puedo decirte que te quiero, todo va a estar bien.
Pero siento la terrible desconfianza, esa que hace que todo se quiebre antes de salir de mi boca.
Tuve días nublados y muchos otros soleados. No pensé en vos, y me agrada. Ni siquiera me acordé de todo lo que pasó hace un año, ni de las veces que me hablas inconscientemente sobre ese amor que no superas. Y me fue bien.
Sin embargo siempre quiero más, quisiera volver y que seamos amigos, compañeros, novios. Cómo lo éramos antes. Pero el tiempo pasó y con él se fueron muchas cosas, tal vez las ganas de los dos.
Y no te culpo. Y no me culpo.
Vos allá, yo acá. Con el cuerpo y la mente en cualquier otro lado menos en nuestra relación.
No quiero estar así, expectante a algo que no va a pasar. Pero en la cara se pueden decir más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Arrancacorazones.