Es una noche extraña, de esas que te ponen a pensar (o escribir).
Nunca fui buena con las palabras; aun así, cada letra de este teclado puede representar un poco mejor lo que tengo en la mente.
No sé bien por dónde empezar, sin embargo...
hay muchos momentos de estos años que puedo decir que añoro; no con tristeza o nostalgia, sino con amor, cariño y, quizá sí, un poco de incertidumbre.
Compartir cada noche entre juegos, música y muchas —muchísimas— risas.
Extraño poder decir(te) lo enojada que estoy con la vida,
y extrañamente sentir, en cada palabra, que estoy errada.
Extraño contar(te) lo que me entristece,
y que me abrace un cálido pecho que significa: todo va a estar bien.
Extraño estar feliz y abrir una cerveza,
brindar y quizá ponerle nombre a esa sensación de extraño bienestar...
Extraño escuchar cada tercio de las canciones explicadas con detalle,
o esos temas nuevos donde se pausaban y había un:
“… ¿entendiste qué quiso decir?”
Extraño cada parte de esa locura.
Esos momentos que se volvían únicos.
Extraño cada sonrisa compartida en algún punto de la ciudad —o el barrio—,
esas pizzas cortadas a mano...
A veces creo que esos recuerdos viven en una cajita de música vieja,
una que suena sola cuando cae la noche,
y cada nota trae tu voz, tus risas, tu forma de mirar...
Quisiera contar cada parte de lo que extraño…
pero me es imposible poder expresarlo por completo.
Hay momentos que repetiría en loop,
y me quedaría ahí para siempre.
Y aunque no pueda volver ahí,
sé que algo de eso sigue conmigo...
en cada noche como esta,
donde escribir es lo único que salva.
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Arrancacorazones.