Finalizando el año, hay muchas cosas para destacar y también para olvidar. Quizás, como todos dicen, no fue el mejor año pero si sabemos apreciar lo que tenemos HOY, el balance es distinto.
Agradecer: lo más importante. Agradecer lo que tenemos, lo que no. Lo que vino y lo que se fue.
Vibrar alto y sonreír amen de las adversidades es el único don que todos tenemos oculto. Una vez que lo encontramos y sabemos utilizarlo a nuestro favor, la vida cambia. Digo, cambiar no cambia, se transforma. Y queda, {cómo decirlo, medio goma? medio hippie con osde? quizá-
unos muy malos en cuánto a esto se respecta. Pero hay momentos de lúcidez ¿? como este, en el que me doy cuenta que soy más afortunada de lo que puedo llegar a imaginar.
Mi familia, mi mamá. Todo lo que tengo en la vida , que está al lado mio a pesar de las diferencias y de nuestros roces. Es la mejor del mundo, una guerrera del siglo XXI y la tengo todos los días para cenar.
Estoy orgullosa de mis decisiones, de mis tiempos y aunque siempre se puede estar mejor, también siempre se puede estar peor. El universo te concede lo que atraes y esa magia, es intransmutable. Lo logramos desde adentro...
No guardo rencores y por más que hace un año nada más pensaba de otra forma, hoy no cambiaría por nada del mundo a mis protagonistas.
Alejarse también fue algo que aprendí, la cuarentena me sirvió de mucho para aprender a soltar. Aprendar a convivir con las diferencias y a no llorar por lo que no es. Mis amigos, un gran ejemplo de que no sabía como manejar esas situaciones que se presentaban. Cada día que pasé alejada de todo, en general, fue aprendisaje. Yo no perdí a nadie, ellxs tampoco. La vida es esto, ciclos finitos y con cierres.
Empiezo el año como puedo, como debo y como debo estar. Lo mejor siempre está por venir.
- Agradezco, suspiro y miro adelante como si no hubiera un atrás.